Monday, March 22, 2010

ella


pero ella no se detenía. Corría y corría una vez más. Aún recuerdo la sal congelada de sus ojos y ese olor a café.
Dobló la esquina, miró un momento hacia lo alto, hacia el cartel de la tienda del señor Hoest. La venta del ático seguía en pie. Si al menos pudiera pagar una parte, se decía.
Pero siguió corriendo. No, no se detenía. Y no se detendría nunca más. Sería la última vez que observase el ático de la esquina Fleur.

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